
Sabes que necesitas un cambio en torno a tu alimentación y autocuidado. Algo en tu vida no está en equilibrio, pero no tienes ni idea de por dónde empezar.

Te encuentras delante del frigorífico, mirando desalentad@ la interminable lista de “alimentos prohibidos” que acaban de prescribirte, y no tienes la más remota idea de cómo vas a hacerlo. Sin hablar del sentimiento de restricción y falta de libertad que sientes.

Sentimientos de culpa y vergüenza son compañeros cotidianos cuando hablas de comida o de tu cuerpo. Evitas eventos sociales. Intentas esconder tu cuerpo ante los demás y ante ti.

Te sientes agotad@, dispers@, o como dice Bilbo Bolsón, “estirado como mantequilla untada sobre demasiado pan”.

Experimentas frustración y culpabilidad por caer una y otra vez en los viejos (y no muy saludables) hábitos, en relación a la comida y a tu autocuidado.

Abrumad@ por la permanente tormenta de información sobre nutrición y salud. Te encuentras con muchos mensajes sesgados, incompletos, en ocasiones perniciosos y frecuentemente contradictorios. Quieres creer, ¿pero a quién?

Paralizad@, con la sensación interna de: “No hay salida para mí”

Enfadad@ contig@ mism@, con los tuyos y con el Universo. La cosa se complica cuando nuestra situación afecta a los que más queremos, ¿no es así?

¡Hambrient@!: Has estado intentando todas las dietas del abecedario y sólo piensas: “¿Cuándo se acabará para poder comer otra vez?” Esto es especialmente doloroso, ¿verdad?
¿No se trata después de todo de nutrir nuestro cuerpo?








